Lo que queda del día

La tierra que nos une

Si hemos aprendido la lección, habrá que procurar dejar a un lado los lamentos y mejorar la visión que tenemos de nosotros mismos

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Hace unos años escribí que si aquí les dieran por hacer ese tipo de encuestas ociosas sobre con quién te gustaría irte de cañas a mediodía, yo hubiera elegido a Francisco González Cabaña, que por aquel entonces era presidente de la Diputación y secretario general provincial del PSOE, además de alcalde de Benalup, aunque lo de los cargos fuera lo de menos y, porque, más allá de las ideologías, de los posicionamientos y las tarascadas o los ases en la manga, aparenta ser alguien con quien poder hablar sin tapujos y con un omnipresente sentido del humor, que siempre será el mejor de los sentidos.

He de reconocer a la vez que en la elección jugaba cierta deformación, llamémosla, melancólica: González Cabaña encarna el perfil de aquellos socialistas que los de mi generación conocimos cuando íbamos a la escuela y que hicieron carrera en la política impulsados por el espíritu constructivista de la transición y que ejemplificaban una representatividad popular que, por desgracia, se ha diluido con el paso del tiempo.

En mi caso, esa figura la tuve muy presente a través de otro ahora “histórico socialista”, al igual que Cabaña, Manuel Brenes: eso sí, su ascendente trayectoria política hurtó a muchos niños la posibilidad de aprender con el mejor maestro de matemáticas que tuve la oportunidad de conocer -una confidencia: uno más uno no es igual a dos, ¿verdad, don Manuel?-.        

El caso es que esta semana, de la mano de Ana Huguet, me he reencontrado con el ahora senador -buena señal para él: si quisieran jubilarlo lo habrían mandado ya directamente a Bruselas; de momento, queda en prejubilación-, y si alguien encargara la encuesta ficticia mantendría la misma opción, junto a otras posibles. Pero no ya sólo por su testimonio profesional y su recurrente y ocurrente socarronería, sino por lo concerniente a la tierra que nos une y a la que pertenecemos.

En la entrevista en la que participó en Ondaluz TV junto a José Loaiza -otro de los políticos que sabe reconocer la valía y la honestidad del adversario más allá de las siglas-, recalcó esa frase tan suya de “después de tantos años de dedicación, tengo la provincia grabada en la cabeza”, pero más aún lo que ocurre en su propio municipio, que es muy similar a lo que hemos vivido en muchos otros de la provincia en el transcurso de la última década.

Y habló Cabaña del momento en el que se jodió el Perú. “Cuando hubo posibilidades de buscar un desarrollo que no fuera especulativo, se fue precisamente a eso, al desarrollo especulativo. Los años del boom económico, con el pretexto del desarrollo turístico, se fomentó una economía especulativa basada en la construcción y desechando otras posibilidades”. Y citó también los casos de aquellos “chavales” que dejaban el instituto para ganar 2.500 o 3.000 euros como peones de la construcción: “Eso no era apostar por una formación acertada o con posibilidades de empleo de futuro”. Y reconoció que el problema no estuvo sólo en esa apuesta por la economía especulativa, sino en que corremos el riesgo de haber superado esa etapa sin “tener la lección bien aprendida”.

Lo dijo Cabaña, pero podrían decirlo o suscribirlo ustedes mismos, porque todos hemos vivido esas circunstancias, porque todos hemos conocido a chavales que dejaban sus estudios para irse a Estepona o Marbella de lunes a jueves a hacer jornadas superintensivas en la construcción, volver con los bolsillos llenos de billetes y gastarse la mitad en el fin de semana y la otra mitad en coches de alta gama, y así hasta que la fiesta llegó a su fin y sin más expectativa que la de recordar los buenos tiempos a falta de otros mejores.

En realidad, el Perú no sólo se jodió por ese atajo a la felicidad inmediata, sino porque no se terminó de creer -y mira que se han destinado millones de euros- en las posibilidades de desarrollo económico de la provincia, en cuyo rescate parecen haber confluido ahora la diversificación industrial y el auge del turismo. Definitivamente, si hemos aprendido la lección, habrá que procurar dejar a un lado los lamentos y mejorar la visión que tenemos de nosotros mismos, y eso es algo que está en manos de todos.

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