Notas de un lector

Poesía infantil (con premios)

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Si uno se pone a pensar, de acuerdo con la zoología o una simple enciclopedia, que un saltamontes es un insecto ortóptero de la familia de los acrídidos, del que se conocen muchas especies pertenecientes a géneros como Caloptenus, Dociostaurus o Melanopelus, lo más lógico es que no se le ocurra hacerle un poema a semejante ser. Pero los poetas son -somos- imprevisibles; volvemos a él la mirada y, con ternura, nos sentimos capaces, no ya de dedicarle un poema, sino todo un libro.


Tal es el caso de Gracia Iglesias (Madrid, 1977), quien, según nos revela, conoció en el jardín de su casa a uno de estos ortópteros llamado Casimiro, amistaron, y decidió escribir sus memorias con el título de “El mundo de Casimiro: un libro ganador del VII premio “Luna de Aire”, correspondiente a 2009, que con atinadas ilustraciones de Ángela de la Vega, acaba de publicar en Cuenca la editorial CEPLI.

Esos tratados que arriba menciono, describen al saltamontes con gruesa cabeza, ojos prominentes, membranosas alas, etc, pero nuestra poetisa lo ve así: “Hijo de ninfas, egipcio con levita,/ libador de rocío, caballero/ de regadera y lluvia/ distinguido galán bailando solo,/ perfumado de noche,/ en el reino estival de una ventana”. Ese “distinguido galán”, abandona de vez en cuando su maceta y salta a las ramas del limonero amigo, conversa con el escarabajo y le pregunta por qué prefiere “el planeta negro” de su bola de estiércol al dulce zumo de la uva y la fresa, o se adentra en la casa cuya ventana ocupa, para, escondido entre los libros ver cómo el cotidiano quehacer se aquieta, los niños se adormecen, y los personajes de cuentos y cuadernos despiertan y andan por las habitaciones hasta el amanecer.
Y muchas cosas más que Gracia Iglesias, haciendo honor a su nombre, lleva al verso, que fluye con soltura y acaba conformando un poemario ameno, diverso y divertido.

Al par del saltamontes de Gracia Iglesias, llega a mis manos “Ciudad Laberinto” de Pedro Mañas, II premio Internacional “Ciudad de Orihuela” de 2009, que edita con mucho garbo Factoría K. Mañas (Madrid, 1981), escritor curtido en lides teatrales, se ha acercado con éxito a la literatura infantil, en prosa como en verso, y varios premios jalonan su trayectoria en este medio. “Ciudad Laberinto” viene a enriquecer un género, siempre necesitado de aportaciones sólidas en su estructura y solidarias en su intención.

La de Mañas es, sin duda, una ciudad de hoy:”ciudad hormiguero,/ ciudad telaraña,/ ciudad basurero,/ ciudad laberinto”; el mapa que él ha pintado en la solapa de su libreta, es pequeño pero abarcador; y está en continuo movimiento: “las calles se enredan,/ la gente se escapa,/ los coches ruedan/ sobre mi mapa”. Pero él acaba poniendo orden en ese ruidoso ir y venir, y encontrando la salida de su dédalo, merced a un verso ágil y un sí es no es travieso, con el que dice de los seres de toda índole que lo habitan, de sus monstruos, su tráfico o sus estatuas, y aun oculta a la ciudad detrás de pequeños acertijos. A veces el poema se reduce a lo esencial, sin dejar por ello de hacer diana, como en el titulado “A la orilla de la carretera”: “Mi ciudad no tiene río,/ pero tiene carretera,/ y los coches son navíos/ que la corriente se lleva”.

El Jurado que premió este libro destacó en él, entre otras cosas, cómo el autor muestra la ciudad “con la suficiente cercanía -no exenta de distanciamiento- para que el lector reconozca el ámbito urbano, que se presenta con plasticidad y humor”. Ámbito que la ilustradora argentina Silvina Sokolovsky plasma con un dinamismo que pudiéramos calificar de onírico o surreal, pero que deviene acorde con el peculiar carácter del poemario.

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