España

El director de orquesta

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Seguramente no imaginaba cuando admiraba el corcho de Torre Triana, donde varias fotos de su equipo en economía de cuando eran jóvenes alentaban espíritu de empresa, que hoy se vería en los lances en los que anda envuelto porque por entonces imaginaba una pronta retirada y el destino le ha colocado al frente de una época de cambios que marcará el futuro de muchos.

Nacido en Madrid (1946) de padres sevillanos, licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla e inspector técnico de Trabajo y Seguridad Social, ministro de Trabajo y Sanidad con Felipe González y cuarto presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, Pepe para los amigos, se enfrenta el 25 de marzo a sus primeras elecciones como candidato del PSOE y lo hace en el posiblemente momento más convulso de los treinta años de gobierno socialista en Andalucía.

De la antigua amistad con su amigo Chaves poco queda, algún cine de vez en cuando y nada de política y políticos en medio, entre otras razones porque cuando Zapatero le abrió el sendero de la Junta quiso imponer su modelo renovador apartando a Zarrías y Pizarro y rodeándose de jóvenes como Velasco, huido a la primera, Susana Díaz, a quien recrimina la virulencia del proceso de listas de Sevilla, o Mario Jiménez, quien ha ejercido ese papel de poli malo que a él no le agrada porque el suyo, a diferencia de Chaves, es un discurso intelectual y sólido tanto en planteamiento como en modelo de gestión que, por contra, palidece en lo orgánico y según indicadores sufre más en rédito electoral.

¿Hay partido? Está convencido de que si el PP ladra es “porque cabalgamos” y lo logran, piensa, a pesar del daño que significa la trama de los ERE, de la jueza Alaya imputando y llamando a declarar en plena campaña, de los datos de desempleo, de la apuesta fallida hacia Chacón en el último congreso o de esta vida de hoy que se mueve por interés y no por ideologías y eso, electoralmente, no beneficia a un partido que ha hecho renta en urnas de su modelo de pensamiento.

Todo unido, administración incluida y oposición machacante tronando, viene a ser como una orquesta filarmónica frente a la cual, de pulcro esmoquin batuta en mano, se posiciona melódico un Pepe Griñán y su sereno y cultivado diálogo con la idea clara de cómo ejercitar el mando pero con la sospecha de no tener controlados los dedos de más de un travieso violinista empeñado en hacerle desafinar en su andaluza sinfonía.


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